lunes, 20 de abril de 2009

Una espera (Teoría del gregarismo)

Planta baja. Llego al ascensor, acerco mi dedo al botón y en el mecanismo se acciona una luz, indicadora de que el temible gigante de acero ha registrado mi solicitud. No queda más que esperar mientras noto, por los números iluminados arriba de la puerta de ingreso, que el ascensor se encuentra en escalada y recoge pasajeros en el piso 5.
Aparece apurada, segundos después, otra potencial pasajera, señora o señorita entrada ya en años, como lo son las que pasan de 35 para los aún veinteañeros. Secretaria de alguna oficina en un piso lo suficientemente elevado para no utilizar las escaleras, realiza un rápido saludo con los ojos e inmediatamente busca, también con la mirada, el botón encendido del ascensor. Superando cualquier tipo de lógica, vuelve a pulsarlo.
Mantiene fija su vista en la hilera de circulitos que se prenden alternadamente: del 5 al 6, del 6 al 7. Sólo cuando se detiene en ese piso me ojea de costado, una ojeada despectiva, acusadora, en la que se lee a las claras el resentimiento hacia mí por no haber llamado el ascensor en el tiempo que estuve allí, como si me hubiera quedado cruzado de brazos esperando que la gravedad llevara al armatoste a la planta baja.
Llega en ese instante un señor de bigote tupido y anteojos, con un aire a Comisionado Gordon. La textura de su terno marrón concuerda con el Extra que carga, sin la menor intención de ocultar la modelo semidesnuda en la portada, del lado que da a nosotros. Nos muestra una sonrisa afable, sobre todo a la señora o señorita no entrada todavía en años, y observa de manera instintiva el brillante llamador del ascensor.
Espera un momento, que de seguro le habrán parecido años, y luego sortea trabajosamente el espacio entre la mujer y yo para estirar su mano inquieta hacia el botón y llamar, por tercera vez, al demorado sortilegio que habrá de transportarlo a un escritorio sobre el que descansan protocolos y portarretratos familiares.
Bueno sería que, en este momento, esa criatura constituida por poleas, ruedas dentadas, una caja paralelepípeda y circuitos eléctricos añadiera presteza a sus movimientos, impelida por la insistencia con que se la requiere en la planta baja. Sin embargo, no deja de ser materia inerte y, por tanto, despreocupada de las premuras de la vida moderna; el ascensor continúa su viaje hasta el octavo piso y, apático a los tres pares mudos de ojos que se levantan hacia su mapa de ruta, no da la más remota señal de descender.

viernes, 3 de abril de 2009

Contra Albert Einstein (Sobre la debatibilidad de las teorías)

Recientemente descubrí que el espacio es curvo. Bueno, descubrí es mucho decir: en realidad, descubrí que Einstein descubrió. Y no crean que es cosa de ahora (hablo a todos los que se asombran ante el enunciado anteriormente expuesto de la curvatura del espacio); hace de esto algunas décadas ya.
Esto viene a derrumbar por el suelo (trágica ironía) a la teoría de la gravedad, que justo ahora me vengo a enterar que no existe. Pues sí, yo también abrí los ojos así de grandes. El punto es que no hay una fuerza que nos atraiga hacia la Tierra, sino que es el espacio alrededor el que nos empuja hacia ella. Los objetos de gran masa (el Sol, la Tierra, etc.) son los que generan esta curvatura (ver imagen). "Flipante", diría un español[*].
¡Lástima toda la historia de Newton bajo el manzano; era tan romántica! El hombre recostado a la sombra del árbol, observando quizás el horizonte verde-Chernobyl de Woolsthorpe, su pueblo natal[**]; la fruta que cae repentinamente sobre su cabeza; el científico que la lleva a su laboratorio; su madre que cocina un magnífico apple pie.
Cuando, por la noche, el joven Isaac sintió un esbozo de jaqueca, recordó el golpe con la manzana. Comprobaron sus biógrafos que en ese momento se preguntó, aturdido, "¡¿Qué mierda...?!"; sin embargo, no han llegado a establecer si fue por rememorar el susto que se pegó o porque le vino de lleno su innovadora teoría de la gravedad.
Vamos a quedarnos con esta última opción, pero, no obstante, no podremos decir que la idea cayó sobre su mente, sino que el espacio alrededor de ésta empujó a la idea. ¡Un aplauso para Albert por aclararnos las cosas! Pedazo de pelotudo...
¿Qué romanticismo presenta la concepción de la teoría de la curvatura del espacio? ¡Ninguna! El tipo estaba sentadito en su escritorio, solo como una ostra [***], y de repente, pum, le vino la idea. Punto final y a otra cosa. Ahora resulta que cualquier científico descabellado (y no lo digo por decir: hay que ver la pelambre que tenía Einstein) viene trescientos años después y se mete con las deducciones de uno... "¡Joder!", diría un español.
Si algún pelafustán se mete con mis teorías, aunque lleve quinientos años muerto, juro que salgo de la tumba y le voy a jalar las patas...
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[*] También diría "¡Pero es que sois unos capullos...!". Claro que en otro contexto.
[**] La particular coloración que toma la línea divisoria del cielo y la tierra en Woolsthorpe, Lincolnshire (Reino Unido), se debe (descubrió también Einstein, quien, por otro lado, parece haber tenido algo en serio en contra de Newton) a una cualidad propia del césped de aquel remoto paraje de Inglaterra. La especie Festuca arundinaceae, autóctona de Lincolnshire, libera esporas alucinógenas.
[***] Su esposa Mileva se había ido con los niños a la casa de su madre.

domingo, 29 de marzo de 2009

1. e4 e5 (Teoría del trebejo rebelde)

Estos juegos modernos realmente me rompen la cabeza, tan llenos que están de variantes, estrategias y demás. Cuando yo era mozalbete[*], con mi hermano Tarquinio y otros jóvenes del barrio nos divertíamos jugando al aeris; esto es, lanzábamos monedas al aire: mientras el pedazo de cobre giraba, habíamos de decidirnos entre "cara" (el magnífico perfil izquierdo de Marco Furio Camilo) o "cara" (su magnífico perfil derecho)[**]. El que acertaba, se anotaba un tanto. El que más tantos acumulaba luego de 534 lanzamientos ganaba la partida. Tan simple como eso.
El mayor de los jugadores anotaba en tablillas de cera los resultados según se iban dando. Esto ocasionaba un problema siempre que Tarquinio y yo competíamos con los gemelos de la casa Pinaria, Aurelio y Simposio, mayores a nosotros. Los "Acuáticos", como llamábamos a Aurelio y Simposio (pues eran iguales como dos gotas de agua), aseguraban haber salido del vientre de su madre al mismo tiempo. Para ver quién obtenía el privilegio de anotar los resultados, jugaban entre ellos al aeris, mientras mi hermano seguía la cuenta y yo fungía de espectador y juez. Luego de los 534 lanzamientos, Aurelio y Simposio estaban tan cansados que ya no querían competir contra nosotros.
Pero en todo caso, era un juego simple, no como las patrañas de estos tiempos (ver imagen). Se dice que éste proviene de un juego hindú llamado chaturanga, conocido desde antes del siglo VI en la India. Decidme ustedes, apreciadísimos lectores, para que entendáis la poca gracia del ajedrez: ¿cuándo habéis visto sonreír a un hindú? Es más, decidme: ¿cuándo habéis visto un hindú? En mi barrio sencillamente se dudaba que existieran, os cuento. Todos los rumores que llegaban de estas gentes a la pequeña aldea de Cuchliniae eran, sin duda, poco creíbles. Simposio me contó una vez que los hindúes viajaban encima de unas bestias que hospedaban en su cara una prolongación muscular en forma de cilindro. Fantasía pura.
Los teóricos de este deporte-arte-ciencia discuten asuntos tan nimios como la "evolución de la Dama". Al parecer, quien acompañaba antes al Rey era un trebejo llamado alferza, algo así como un visir, un consejero del soberano, que tenía su desplazamiento bastante coartado: se movía en diagonal, y sólo un escaque a la vez. Luego, a finales del siglo XV, alguna feminista sustituyó a la alferza por la Dama (o Reina), y le dio facultades casi sobrehumanas: la de moverse en todas las direcciones con alcance ilimitado, metiéndose y saliendo de cualquier rincón a la velocidad del rayo, como rumor de cortesana. Vaya pieza tramposa; el peón la puede perseguir toda la vida que no la alcanza ni en sueños[***].
Discuten, asimismo, la prevalencia de una variante de la apertura por sobre otra, todas con sus subvariantes: la Apertura Ruy López, el Gambito de Dama, la Apertura Reti, la Defensa Benoni, la Defensa Siciliana, la Defensa Caro-Kann... ¡Dejadme de joder con tan insignificante perorata! Como dicen en mi aldea, carum vel carumm; es decir, a fin de cuentas, todo se reduce a cara o cara: o gana uno o gana el otro.
"Pero el ajedrez refleja la grandeza de la táctica bélica, de la estrategia guerrera", argumentan los más acendrados defensores del ajedrez. Si quiero meterme en eso, entro a la milicia, ¿no? No me voy a quedar sentado en un banco de plaza jugando con piezas de madera contra un anciano cojo... Además, mucho discuten pero todavía ningún Gran Maestro me ha roto el invicto en los predios ajedrecísticos de La Carolina.
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[*] No empleo el término "imberbe" porque aun después de 2 300 años de nacido, no tengo un pelo de tonto en la cara.
[**] En latín, el lado de la moneda que mostraba el lado izquierdo del gran general se pronunciaba carum; aquel en que estaba impreso el derecho, carumm (acentuando la última consonante). Esto daba lugar a terribles contiendas entre competidores, que aseguraban haber dicho claramente carum o carumm según el perfil que saliera.
[***] Sobre el peón de ajedrez, en estos tiempos liberales se discute si es o no un precursor de la homosexualidad: fíjese que su máximo logro es llegar al último escaque, dejar de ser carne de cañón y convertirse, sí, en toda una Dama.

martes, 24 de marzo de 2009

Ante la falta de teorías... (o Jugando al rockstar)[*]

No, no me han echado. A pesar de la aburridamente extensa nota de la gerencia explicando las razones de mi partida, resulta que sigo aquí, con los dedos engomados al teclado y siempre dispuesto a balbucear por última vez.
Poco había despertado mi interés en el último tiempo hasta que encontré una (o un) interesantísima (o interesantísimo) meme[**] en el blog del último cumpleañero, que transcribo a continuación:
* Se trata de crear la portada de un CD o LP, como quieran.
* Usa el primer artículo en Wikipedia Random Articles como el nombre de tu banda. [***]
* Las cuatro últimas palabras de la última cita de
Random Quotations Page conforman el nombre del disco.
* Usa la tercera imagen en
Flickr’s Interesting Photos From The Last 7 Days como la imagen de la portada.
* Usa el programa de tu preferencia para crear la portada.
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El resultado al que misteriosamente llegué fue el siguiente:
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Esta tapa se me hace digna de una banda estilo Guster, de un disco plagado de canciones tipo "Satellite", estremecedoras, edificantes... En fin.
Se estarán preguntando qué tanto es "Dlugie" (o cómo carajo se pronuncia). Bueno, explícoos que es un pequeño pueblito de Polonia. Para ser más preciso, en caso de que estén pensando "Pero Polonia es muy grande...", apunto que Dlugie pertenece al distrito administrativo de Gmina Osieczna, en el condado de Starogard. Para que se ubiquen aún más, al punto de situarse mentalmente en Dlugie, les indico que se encuentra a tan sólo 69 kilómetros al sur de Gdánsk (ciudad descrita por Günter Grass, si no me equivoco, en El rodaballo).
Sobre el tema de la pronunciación, poco puedo aclarar. En realidad, Dlugie no se escribe así, sino Długie; sí, con una l tachada. Qué se puede esperar de los polacos sino que tachen lo que escriben. Gente bárbara.
Pasando al título del disco, es de lo más sugerente: "A veces, toma un descanso" se torna una orden cordialmente enunciada, ejemplificada, además, por la imagen de una sombra sin dueño. Eso es lo que pasa a los que no toman un descanso: se les escapa la sombra y se pone a correr entre gigantes terrones de azúcar.
El animalesco esqueleto, símbolo de la banda, ya es una cuestión de estilo; nada que ver ni con el nombre del grupo ni con el título del disco ni con la sombra rebelde. Cada uno interpete a gusto.
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[*] Incluye meme.
[**] Los neologismos y sus confusiones de género, toda una muestra de la andrógina tendencia general de nuestra época.
[***] Esta página es inlinkeable. Se sugiere ingresar a http://en.wikipedia.org/ y hacer click en el quinto link a la izquierda de tu pantalla. Sí, ése que dice "Random article". Duh.

lunes, 23 de marzo de 2009

Anatomía del silencio (Teoría de una excusa innecesaria)

Sí, una palabra que, como todas las
demás, sólo con otras palabras
puede ser explicada, pero,
como las palabras que intentan
explicar, lo consigan o no, tienen,
a su vez, que ser explicadas,
nuestro discurso avanzará sin rumbo,
alternará, como por maldición,
el error con la certeza, sin dejar ver
lo que está bien de lo que está mal.
JOSÉ SARAMAGO, El viaje del elefante
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Lo más conveniente sería, sin duda, callar. Agachar la cabeza. Fingir que la culpa es de esta cojera que a los cinco pasos ya me tiene caminando en círculo. Recordar mi tendencia al coma glucémico y alejarme, moviéndome lentamente hacia atrás, con claras muestras de dolor. Pero eso lo he hecho antes, sin mayores resultados; siempre se vuelve, quizá por la cojera antes descrita. Todo nos lleva de nuevo al punto de inicio, a la página en blanco, por más puntos aparte o puntos finales. Larga fue la espera, y dudo de que haya valido la pena.
Y aquí estoy nuevamente. Un romano del siglo IV a.C., escapado de las fauces del terror y de la angustia mortíferos, superviviente quasi sempiternum del fracaso y del olvido, dispuesto a escribir para volver a equivocarse, pues equivocación sigue siendo asimismo no errar.
Compuesto de infinitas posibilidades, el silencio es la más completa de las afirmaciones, y mucho he indudablemente afirmado en el tiempo transcurrido desde el 25 de julio del 2008, cuando, encontrándome de viaje, publiqué la última entrada de este blog. Vengo dispuesto a reincidir, luciendo otra vez la palabra previamente empeñada (la dejé a ella, ya que mi toga poco vale[*]) a cambio de meses de vagancia.
Pero ¿podéis imaginaros cuánto vale una palabra empeñada cuando se la quiere recuperar? El hábil prestamista la guarda en un rincón y cuando volvemos a buscarla, arrepentidos y esperando que nadie más la haya adquirido, nos pide el doble de lo que pagó. Si hay algo que los negociantes tienen entre ceja y ceja es la tendencia del hombre al error, de allí su provecho.
Sin embargo, ya es hora de terminar. Sobre el teclado volcado, los hados proveerán en un futuro no muy lejano silencios enormes como el megaron de los palacios itacenses y palabras diminutas como pulga de pigmeo. Y unos y otras serán perseguidos por errores, pues tal es la naturaleza de lo referido y de lo no referido, sea lo que sea.
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[*] No quedan ni mínimos jirones del blanco original. El jabón de Cuchliniae, único adecuado para el aseo de la vestimenta imperial, no abunda por estos lares.